Me gusta mucho este anuncio. Tiene algunos años, pero hoy quiero hablar de él porque, a mi juicio, sigue siendo plenamente actual.
El planteamiento era tan sencillo como eficaz. Un plató y un escenario —mesas preparadas para una cena de Navidad—, varias familias puestas a prueba en una especie de “trivial doméstico” o quiz show…, y un tema que sobrevuela entre risas, dudas, silencios y preguntas tontas, sencillas… o inesperadamente profundas: ¿cuánto sabemos, de verdad, de nuestros seres queridos? Y una regla muy clara: si no conoces la respuesta, tienes que abandonar la mesa.
Lo brillante del spot —o, mejor, de la campaña de Ikea de ese año—, no era la mecánica del juego, sino el giro final. En una línea parecida a lo que hicieron en 2014 (“La otra cara”), Ikea volvía a dar en la diana de una verdad sencilla y profunda: la calidad del tiempo que compartimos importa más que cualquier regalo.
#DesconectarParaConectar: es el hashtag que usa para la campaña, con el que, en definitiva, Ikea nos invita a reflexionar sobre el tiempo que pasamos “empantallados” frente a los pocos momentos que dedicamos a nuestra familia. Y lo poco que llegamos a saber de cada uno de ellos.
Pero la campaña no se quedaba ahí. La marca sueca ideó un juego físico, “Familiarizados”, pensado precisamente para poner en práctica esta necesidad de hablar, preguntarse y conocerse. Más aún: Ikea desconectaba realmente de las redes durante esas fechas.
¿Acaso no sigue siendo hoy un buen momento para recordar que debemos desconectar para conectar de nuevo? No es una lección moralista. Es una invitación amable. Si en esta Navidad queremos hacer un buen regalo, quizá podamos empezar por ahí.