
La Asociación de Telespectadores de Catalunya (TAC) va más allá y afirma que Bob Esponja no es una serie infantil, sino que está pensada para un público adulto, como Los Simpson o Padre de Familia, aunque con algunos matices. Mar Pons, de TAC, señala que “se pueden extraer de la serie vanos aspectos con los que trabajar valores como la responsabilidad en el trabajo, la amistad, aceptar a los demás con sus defectos, la tolerancia, la imaginación, etc., pero no podemos afirmar que Bob Esponja sea en sí misma una serie educativa para niños, ni siquiera especialmente recomendable (…). Sin embargo, tampoco hay que echarse las manos a la cabeza. Los padres son los que deben decidir si la estética, el contenido y los protagonistas de esta serie aportan el entretenimiento que quieren para sus hijos”.
Y es que de primeras Bob no parece el mejor ejemplo a seguir por los pequeños. De hecho, él y su amigo Patricio son dos adultos que se comportan como niños. Meten la pata, no piensan en las consecuencias y se divierten sacando de quicio a Calamardo pero en el fondo son buenos. Y ese mensaje lo captan los niños. La psicóloga Quijano lo confirma por su experiencia en casa. “Mi hija de siete años me dice: ‘Mamá, Bob Esponja es un poco tonto, pero luego es muy divertido y muy bueno con todos’. Y es que la serie tiene la virtud de captar la atención de los pequeños una y otra vez porque es muy ingeniosa, las historias son muy entretenidas y captan la realidad del niño que en muchos casos es muy dura. En Bob Esponja no hay padre ni madre, sirio un grupo de amigos, todos distintos, que tienen roles diferentes y viven en un mundo fantástico. El niño es capaz de sacar paralelismos con su vida y eso es lo que más les atrae”.