Dos veces ha sido llevado a la pantalla grande el relato de Joffo. La primera en 1975 a cargo del director francés Jacques Doillon, cuya versión no acabó de convencer al escritor. La segunda se estrenó el pasado 29 de diciembre en las salas de cines españolas, con el título de “Una bolsa canicas” y la dirección del canadiense Christian Duguay, experimentado realizador de películas y series para la televisión. Joffo ha reconocido que lloró cuando vio el primer montaje del filme y al que escribe estas líneas le ha encantado.
Duguay, 42 años después de la versión anterior, logra una película humanísima, emocionante y llena de coraje, alejada de cualquier tentación de revanchismo, con momentos de tensión bien dosificados y personajes que derrochan una generosidad cercana al heroísmo. Este cierto “limado” de aristas, que algunos críticos le reprochan, convierte sin embargo a la cinta en un producto enormemente positivo e ideal para un público amplio.
Magníficamente interpretada por los niños Dorian Le Clech y Batyste Fleurial, y por Patrick Bruel y Elsa Zylberstein en el papel de sus padres, “Una bolsa de canicas” cautiva también por su ambientación, la hermosa fotografía de Christophe Graillot y la banda sonora del israelí Armand Amar.
A lo largo del filme aparecen comportamientos mezquinos y malvados, pero hay mucha más bondad: personas de buen corazón que, con independencia de raza o religión, reconocen la dignidad de cualquier ser humano y corren riesgos para ayudar a unos niños. Precisamente a estas víctimas inocentes se refería Joseph Joffo en una entrevista reciente: “A causa del terrorismo, muchos niños se ven también hoy obligados a huir de sus casas. Como nosotros hace años, ellos se encuentran en los caminos totalmente aislados y abandonados a sus propios recursos. Espero que la película nos estimule a interrogarnos sobre el destino de estos niños y de estas familias desgarradas”.